PADRE
MISERICORDIOSO…
No conocen bien el rostro misericordioso del
Padre bueno, el hijo menor, como el
mayor tienen una imagen distorsionada del padre; el hijo menor, solo
quiere los bienes de su padre, tratando a su padre como si hubiera muerto; es
hijo ingrato, arrogante, no aprecia la ternura de su padre, quiere estar lejos
de su padre, vivir libremente sin ninguna responsabilidad…, rechazando el amor
de su padre; mientras que el hijo mayor, ve a un Dios, castigador celoso, que
es exigente que cumpla sus leyes a quien hay que servirlo.
El Padre bueno reparte la herencia y da a su hijo
menor lo que le corresponde; el
menor junta todo lo que tiene y decide marcharse de su casa a un país muy
lejano; derrocha su fortuna viviendo perdidamente, busca los placeres, pasando
el tiempo con malos amigos, que se le pegan por el dinero, así sucede en
algunos hogares que el hijo quiere marcharse de su casa para no estar sometido
a las reglas del hogar, viviendo su vida de manera irresponsable, pero llega el
momento que se le acaba todo, y empieza a sentir necesidad.
El hijo menor, llega hasta lo peor, por haber malgastado su vida y su fortuna, empieza
a pasar hambre, los amigos lo abandonan, nadie le quiere dar de comer, se apega
como un pordiosero a un pagano, en tierras paganas, donde no observan las leyes
de la pureza, vive en medio de pecadores y sin ley; el trabajo que le dan es
intolerable para un judío piadoso, porque pastorea chanchos, animal impuro,
como dice: “maldito el que cría puercos”, cayendo en la ignominia, y siente
ganas de comer las algarrobinas que comían los chanchos.
El hijo menor recapacita y vuelve a su interior,
Motivado por el hambre, recapacita y dice:
“cuantos trabajadores en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras
yo aquí me muero de hambre”. El pecado de este pobre hombre, lo ha animalizado,
lo ha deshumanizado, ha perdido su dignidad, a no tener derecho de ser hijo del
padre; por eso se da cuenta que su vida no debe ser así; decide levantarse el
hambre, iré a la casa de mi padre y le diré: “Padre he pecado contra el cielo y
contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como un empleado tuyo”.
Todo pecador pierde el derecho de ser hijo, por estar atrapados en la
drogadicción, tabaquismo, ludopatías, etc. y nos resulta salir de esa
situación, pero con la ayuda de Dios, uno podrá decir me levantaré y volveré a
la casa de mi padre.
Descubre el verdadero rostro misericordioso de
su Padre, que al verlo de lejos, el padre se conmocionó; corrió a su encuentro se le echo hasta el cuello, lo lleno de besos, y no le dio
tiempo de decir su confesión preparada; que solo le escucho al decirle: padre
he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco llamarme hijo tuyo, hasta ahí
lo escucho, pero la otra oración no le escuchó, pues el padre no quería tratar
como jornalero ni como esclavo; por eso indico a sus criados que traigan el
mejor traje, pónganle el anillo y la sandalia, maten el mejor ternero cebado y
traigan la música; un padre bueno y misericordioso perdona a su hijo y hace
fiesta, porque ha recuperado a su hijo. La actitud del Padre que acoge a su
hijo que ha regresado desconcierta, por eso el hijo descubre el verdadero
rostro del padre misericordioso.
El hijo mayor, está fuera de la casa, no quiere participar de la fiesta, ni alegrarse, recibe
la noticia por terceros, que le dicen. tu hermano ha vuelto, estaba perdido y
lo han encontrado, estaba muerto y ahora está vivo”; él se indignó, se molestó
y no quiere aceptar la actitud de su padre. El padre salió a su encuentro e
intentaba persuadirlo; pero el hijo mayor le dice: cuanto tiempo te he servido…
pero “ese hijo tuyo, ha malgastado tus bienes en malas mujeres”, es la lengua
venenosa que calumnia a su hermano. El padre le dice al hijo mayor: “tu hermano
estaba muerto y lo hemos encontrado vivo, estaba perdido y lo hemos encontrado,
deberías alegrarte, … La actitud del hijo mayor, ha caído en un servilismo
religioso, como la de los escribas y fariseos, buscan recompensa, no aman a
Dios, auto justifican acusando a los demás, que no son como ellos. Cuantos no
perdonamos, somos muy egoístas, aprendamos como el padre nos perdona.
Pbro. Salvador A. Carrasco C.
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