LA CORRECCIÓN FRATERNA
No es posible, que un ciego guie a otro ciego, Jesús nos hace ver que los doctores y fariseos,
son ciegos, porque han suplantado a la Palabra anteponiéndole sus interpretaciones,
y sus costumbres; imponiendo muchos preceptos, que no son capaces de
cumplirlos. Jesús no quiere que este se dé esta situación entre nosotros, pues
puede haber que uno, por más preparado que sea y tenga tantos títulos, quera
imponer sus ideas y se convertirá en un ciego, que guía a otros ciegos. Los guías
responsables de una comunidad, debe seguir el camino, que Jesús les ha
señalado, para que sean auténticos discípulos, por eso cuando escuchamos al guía,
y no escuchamos la Palabra de Dios, nos convertimos en ciegos. no creerse que
son los mejores pastores, o dirigentes que al guiar.
Es fácil juzgar al hermano, Jesús nos pide que debemos mirar la viga de nuestro
propio ojo y no del hermano, quiere que seamos misericordiosos, pues, cuando juzgamos nos creemos más
santos o perfectos que los demás, creemos tener la razón, juzgamos muchas veces
sin base, sin tener la verdad, basándose en las habladurías de la gente,
queriendo quitar la fama a la persona, eso sí que son hipócritas. Incluso
usamos la verdad para herir al hermano, eso Dios no quiere, si queremos
corregir, hay que hacerlo con amor y caridad así nos pide el Papa Francisco.
Nunca nos fijamos en nuestros defectos, que son tan grandes como una viga, que
nos impide reconocer que también somos peor que el hermano, por no ser
misericordioso.
De todo árbol bueno, siempre dará fruto bueno y de todo árbol malo siempre dará frutos malos,
y nunca dará frutos buenos. Así es nuestra naturaleza humana, si hemos sabido
atesorar buenos valores, se nos conocerá por nuestras buenas obras; si somos de
naturaleza mala, no daremos frutos buenos, sino siempre frutos malos; como sucedió
un hecho, en nuestra patria, que una profesional bien titulada, estaba maltratando
a una pobre servidora, no tuvo misericordia ni compasión por esta humilde
trabajadora. Queridos hermanos, pidamos a Dios, para siempre demos frutos
buenos.
Pbro.
Salvador A. Carrasco C
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