LA BONDAD DE DIOS NO TIENE LIMITES
La bondad de Dios no tiene límites, quiere que todos se salven, nadie puede manipular
a Dios, o tener su propio concepto de Dios, al decirle porque nos tratas igual que a los últimos; eso muchas veces
sucede a los hombre y mujeres que se creen muy religiosos o piadosos, piensan
que tienen todo el derecho de alcanzar la
salvación de Dios, como si la compraran por los méritos que han realizado y no los
otros paganos que recién habían sido llamados, para trabajar en la viña.
El dueño de la viña, quiere que todos trabajen, unos empiezan a temprana edad; otros a media mañana,
que son los adolescentes; otros a medio día, que son los jóvenes; otros a media
tarde, que son los adultos; otros en la hora nona, que son los ancianos. Vio a unos que estaban sin trabajo en la plaza, los llamo para que trabajen en la viña, donde les dará lo convenido; vio a otros después de media tarde, que estaban todo el día sin trabajar, diciéndoles nadie los ha contratado, y los envía a la viña para que trabajen; es decir los saca de una condición pecaminosa. Es
una gracia de Dios, pues la conversión se da a cualquier edad, en el momento
conveniente, como nos dice san Juan Crisóstomo. Tenemos el caso de San Pablo, que siendo adulto, Dios lo llamo, y de enemigo del pueblo de Dios, paso a ser anunciador de la buena noticia; y
cuantos personaje bíblicos tenemos, que el Señor los ha llamado, para que trabajen en su
viña, y también cuanto grandes santos que han sido llamados, como San Agustín, a los treinta años. Nunca es tarde, todos somos llamados a trabajar, en la viña del Señor,
para alcanzar la salvación de Dios que es gratuita. Así Dios va
formando el nuevo Israel; que también pueden ser jóvenes, mayores, adultos incluso
personas de edad madura, para que trabajen en la viña del Señor, pues todos
tendrán su recompensa.
La bondad de Dios, rompe toda clase de concepción de Dios, que nos hemos hecho, por eso despierta
la envidia de los fariseos y escribas, cuando se creen que tienen todo el
derecho, de recibir su buena recompensa o paga, por los méritos que ellos han realizado;
murmuran, se vuelven envidioso… es el peligro de algunos que se creen tan
justo, que no es posible que se los
iguale a los que en última hora han sido llamados a trabajar en la viña del
Señor. Debemos alegrarnos de trabajar en la viña del Señor, ya sea a edad muy
temprana, y que no deba haber envidia por los otros que a recién son llamado
por el Señor.
Pbro.
Salvador A. Carrasco Castro
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