¡DE CREER, AHORA A COMER SU CARNE Y A BEBER…”
Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”, frente al escándalo de los judíos, Jesús va más allá, al decir: “”el pan que yo daré es mi carne
para la vida del mundo”. Ahora los judíos están más sorprendidos, no logran
entender este lenguaje, solo se fijan en el pan material y no conocen la
justicia divina de Dios. Jesús nos pedía que creamos en él, ahora.
“Que si no comen la carne del Hijo del Hombre
y no beben su sangre, no tiene vida en ustedes” Jesús es el pan que se nos ofrece como carne
y ahora quiere que lo mastiquemos; ya que su carne, es verdadera comida; y
su sangre es verdadera bebida; donde en éste pan y éste vino se esconde la divinidad
de Dios, que al comer su carne y al beber su sangre, nos da vida eterna por estar
íntimamente unidos a Jesús.
Nos deja una prenda de
amor, es un regalo llamado banquete eucarístico, signo de su presencia amorosa en medio de
nosotros, donde significa muchísimo, pues no solamente sacia el hambre y la sed de
infinito…; también no es una rutina más, sino que es un encuentro con él, donde
esta celebración tiene una carácter alegre, festivo y celebrativo, lleno de
amor y de confianza, al recibirlo como dulce mangar.
Los efectos que produce
cuando nos alimentamos de este dulce mangar del cielo, es que nosotros permanecemos en el Señor que
dice: “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” si queremos
dar fruto es necesaria permanecer en él. Hay otro efecto tan admirable, que dice: “Yo vivo del Padre”, “compara la
unión que tiene con el Padre y que esta unión se va produciendo en nosotros
cada vez más, profundamente, que incluso nos resucitará
.
Esta unión nos enriquece
más que ninguna otra porque
nos hace concorpóreos y consanguíneos de Jesucristo. Esto es, nos va
endiosando, purificándonos, comunicándonos su vida inmortal. Los frecuentes
encuentros con Él en la Comunión van transformándonos poco a poco,
santificándonos. “Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y nos hace
capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y arraigándonos en
Él” (C.E.C. 1394).
Pbro. Salvador Carrasco Castro
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