¡CONTEMPLARON
SU GLORIA¡
Jesús va al monte, y esta vez toma consigo, a sus más
íntimos amigos, que nos representan a nosotros, como nos dice San
Juan Crisóstomo: llevo a Pedro, porque ardientemente amaba al Señor, llevo a
Juan por ser el discípulo amado y a su hermano Santiago, porque aceptó beber el
cáliz… Los llevo a una montaña más alta, sin mencionarlos porque estaban cerca
de Jesús, los demás no tuvieron esta gracia; Jesús empezó a transfigurarse,
quedándose profundamente asombrados y emocionados, al ver la gloria de Dios,
escondida en su humanidad.
La
carne pecadora contempla la gloria de Dios, un pedazo de cielo en la tierra, el
paraíso vino a la tierra, dicha experiencia la
tuvieron, Pedro, Juan y Santiago, que siendo pecadores, contemplan la gloria
divina de Jesús en el monte, vieron que su rostro se volvía radiante como el
sol y sus vestiduras se volvían resplandecientes como la luz, y se aparecieron Moisés, el mediador de la Ley y
Elías que simboliza a todos los profetas, ellos estaban hablando sobre la gloria
de Dios, es decir de la cruz y de su pasión, dando testimonio que en él se cumplía todo.
Ellos contemplaron la Transfiguración de Jesús,
estaban felices los tres, al ver
lo más maravilloso en su vida; cual es el paraíso, Jesús quiere consolarlos,
porque les anuncio que tenía que padecer…y morir. Pedro toma la iniciativa y
dice a Jesús: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres haré tres carpas…
Pedro decía esto, porque no quería que aceptar que Jesús padeciese y muriese en
Jerusalén; pero como nos dice Lucas, no sabía lo que decía. No quieren volver a bajar del monte, quieren
estar en su verdadera realidad, que es el paraíso, que fuimos expulsados por
culpa de Adán y Eva, prefieren quedarse allí continuamente, sin que nadie
supiese.
Escuchan
la voz del Padre, se llenan de miedo que
les dice: “Este es mi Hijo el amado, escuchadle”, una nube los cubrió y
escucharon la voz como un trueno, llenos de miedo cayeron rostro en tierra, en
señal de adoración, esto nos indica que, a partir de ahora, debemos escuchar a
Jesús, sepamos responder al llamado que
el Señor nos hace, dejándonos iluminar por El, como lo hizo, Abram sin poner
condiciones, dejemos que nos tome y caminemos con Él, y nos lleve al monte
Tabor, para que seamos transformados, transfigurados, cada día, al estar unidos
con Jesús; y tenemos que descender del monte, para seguir a Jesús camino hacia
Jerusalén.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro
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