¡ENTRE USTEDES HAY UNO A QUIÉN NO CONOCÉN!
En este tercer domingo de
Adviento, la iglesia nos recuerda que debemos estar siempre alegres, es una expresión
propia de Pablo, que pide a su comunidad, que también nos dice Isaías, ya se
acerca la venida del salvador del mundo, el Hijo de Dios, quien vendrá a
establecer el derecho y la justicia, que es la esperanza de muchos marginados,
desposeídos, enfermos, pecadores, rechazados por los que se creen justos. Hoy
es el Domingo de la alegría, porque debemos tener la seguridad, que Dios
siempre actuará, en favor de los que más necesitan, viene a salvar al hombre.
Juan goza de una gran
popularidad, por su manera de ser y de hablar, especialmente por cumplir
una misión que se le ha encomendado, ser la voz que proclama en el desierto, y
ser testigo de la luz; por su popularidad, algunos creían o pensaban que él era
el Mesías, o Elías, o un profeta. Las autoridades de Jerusalén quieren saber
quién es él, por eso son enviados de Jerusalén, sacerdotes y levitas, que
tienen un gran prestigio, para preguntarle: ¿Quién eres?
Juan responde con
humildad: “Yo no soy el Mesías”, no está negando al Mesías, pues él se ubica en el
lugar que le corresponde, estos judíos venidos de Jerusalén, quiere que diga
que es el Mesías, pero no les da el gusto, porque es muy sencillo, y simplemente
les dice: “Yo no soy el Mesías. Cuando le preguntan ¿Eres Elías? Él dijo: “No
lo soy” pues pensaban que era Elías; entonces eres un profeta, Juan les responde:
“No”; Sabemos que es un gran profeta, no como ellos suponían que sería como
Moisés, o como el profeta esperado. Son preguntas maliciosas, que le hicieron.
La misión de Juan es conducirnos a la Luz que es Cristo Jesús y no sacar
provecho para sí mismo. Ahora le hacen otra pregunta: ¿Qué dices de ti mismo?,
él respondió:
“Yo soy la voz que clama
en el desierto” y es testigo de la luz, el que da testimonio de la Luz,
todos nosotros tenemos que ser testigos de la luz, porque la luz es Cristo, y de
una u otra manera tenemos que conducir a
mucho hacia la luz de Cristo, esa es nuestra gran tarea, no anunciarnos a
nosotros mismos sino a Cristo Jesús, que sea conocido, amado y servido.
“Entre ustedes hay uno a
quien no conoce”, Yo bautizo con agua, pero detrás de mí, viene uno
a quien ustedes no conocen; y al que viene detrás de mí, no me siento digno de
desatarle la correa de su sandalia; que humildad de este hombre, toda su vida
la pone al servicio de Dios, no saca provecho para sí mismo; lo que más le
importa es que se prepare el camino del Señor, que su luz llegue a todos, ese es
nuestro gran reto, para que podamos conocer al desconocido que está en medio de
nosotros, que es Jesús.
Pbro.
Salvador Carrasco Castro
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