¡EN
SU NOMBRE, SE PREDICARA LA CONVERSIÓN Y EL PERDÓN DE LOS PECADOS¡

Jesús bajo del cielo, se revistió de nuestra
propia naturaleza humana, gracias a la Virgen María, para encontrarse con el
hombre pecador, ser igual en todo a nosotros menos en el pecado; así murió Jesús
en la Cruz, para liberarnos del pecado, destruyo nuestra muerte y descendió
hasta el sheol, lugar de los muertos, para liberar a los justos.
Jesús asciende al cielo, en
su cuerpo resucitado y glorioso, es también exaltado[sacc1] , ÉL, no nos ha abandonado, ni
mucho menos su Padre, Él ha desaparecido, para tener una nueva presencia
en nosotros, tampoco se alejó de su Padre cuando bajo hacia nosotros revestido
de nuestra humanidad; ahora Jesús asciende al cielo revestido de nuestra
naturaleza humana que ha sido glorificado, elevado, exaltado y divinizado, al
estar en la diestra de Dios Padre.
Todo hijo de Dios, forma
parte del cuerpo de Cristo, como dice San Pablo, si Jesús es la cabeza de este
cuerpo y ahora está en la diestra de Dios Padre todopoderoso, frente a ello aviva
nuestra gran esperanza, que también nosotros que somos el cuerpo de Cristo, algún
día se unirá el cuerpo que es toda la iglesia, a su cabeza que es Cristo; y con
esa certeza que, si realmente somos hijos de Dios, un día que al ser miembros
de un mismo cuerpo, estaremos unidos con
Jesús, que es la cabeza de este cuerpo y que está sentado a la diestra de Dios
Padre todopoderoso... Como dice San Pablo: que la paz de Cristo reine en
vuestros corazones, porque algún día estaremos en su gloria.
Nuestro destino final,
Jesús al ascender al cielo, ha trazado el destino final de cada hombre, es decir
a dado sentido a nuestra vida, Jesús con su Ascensión al cielo, donde algún día
estaremos con Jesús, contemplando la gloria de Dios en estos cuerpos que se ha divinizado
para gloria de Dios. Es necesario volver a
tierra y ser verdaderos testigos de la verdad en este mundo, transformando con
nuestra predicación y el buen testimonio, toda esta sociedad, como lo hicieron
los primeros apóstoles que no tuvieron miedo, porque han sido revestidos del
espíritu Santo.
Pbro. Salvador A. Carrasco
C.
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