SOMOS MORADA DE LA
“SANTÍSIMA TRINIDAD”
“El que me ama guardará
mi palabra y mi Padre lo amará... Los verdaderos y
auténticos discípulos, que han experimentado el amor de Dios, están viviendo
conforme a la palabra de Dios, no es cualquier palabra; es la palabra de Dios,
que va transformando la vida de cada discípulo, que ama su palabra, la medita,
y la vive, haciendo presente en su vida la imagen de Jesús, que el mundo vea en
cada discípulo otro Cristo, que a ejemplo de Jesús amemos a nuestros hermanos;
con estas palabras Jesús, está preparando a sus discípulos ante su futura
ausencia física, porque dentro de poco ya no estará con ellos, por eso tienen que hacer presente la imagen de Dios en sus vidas.
Si amamos como Jesús nos ha amado, estamos haciendo presente a Jesús en
nuestras vidas.
…Vendremos a él y haremos
morada en él”,
dice al respecto Jesús: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará,
y vendremos a él y haremos morada en él”. Es un misterio que se llama la
inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del justo. Si realmente
cumplimos lo que el Señor nos manda, seremos morada de Dios, esto no quiere
decir que seremos igual que Dios, solamente en Jesús habita en su plenitud la divinidad, mientras los que amamos su palabra seremos morada de Dios. Eso
caracteriza a cada cristiano, que es auténtico, justo, bueno…. Ahora bien, si Dios
hace su morada en cada uno de nosotros, entonces seremos morada de Dios., y nos
convertimos en morada de la Santísima Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo habitan en nosotros. ¡Qué admirable don de Dios! Es un gran premio del
que se fía de su palabra.
Jesús promete enviarle el
Espíritu Santo, el
Padre y yo les enviaremos al Espíritu Santo, que es el Abogado, el Defensor,
que les recordara todo y comprenderán todo y que los guiará a la verdad que es
Jesús; también vuestra tristeza se tornara alegre, tendrán gozo, paz, que tanto
se necesita y no estarán perturbados por el miedo y el temor.
Jesús dice: “la paz los
dejo, y mi paz les doy” nos deja su paz, Jesús mismo es la paz, que nos ha
reconciliado con nuestro Padre por medio de la cruz, esa paz nos deja, para que
también estemos reconciliados con nuestros hermanos, que ya nada nos tiene que
perturbar. Es la paz que nos deja a todos los que creemos en él, donde los
problemas, y dificultades que nos pone el mundo, no nos quitaran la paz, porque
es una paz profundamente interior, fruto de la justicia, que nadie se lo puede
quitar, por esos sus palabras son verdad. La paz que Jesús nos da, está cargado
de bendición y prosperidad espiritual, de tranquilidad en el alma, sabiendo
todo discípulo, que no está solo, por eso no tiene miedo ni esta inmovilizado.
Este mundo tan hostil, cada cristiano debe pedir a Dios que le de esa Paz, que
tanto necesita.
Pbro. Salvador A. Carrasco C. .
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