“DICHOSA TÚ, QUE HAS CREIDO…”
María, movida por el
Espíritu Santo visita a su prima Isabel, corre presurosa, hacia la
montaña, para visitar a Isabel. Pues la que lo impulsa en su marcha natural, es el deseo de
querer compartir su desbordante alegría con quien sabe que podrá comprenderla.
La impulsa también, y, sobre todo, su deseo de servirla con un doble servicio:
el servicio solidario de la atención solícita a quien necesita de su ayuda, y
el servicio evangelizador, el deseo de anunciarle y transmitirle la Buena Nueva
de la que Ella es portadora.
“Bendita tu entre la mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” después
que María, le dio el saludo de la Paz, el niño salto de alegría y Isabel se llenó
del Espíritu Santo, por eso alaba a María al decirle: “Bendita tú eres +entre
las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” es el saludo de la paz, que lleva a su prima
Isabel, pues toma la iniciativa, porque lleva al Hijo del Altísimo, sin que
nadie sepa, porque podrían burlarse de esta humilde mujer, en ese momento,
Jesús va al encuentro de Juan, culmina el Antiguo
Testamento y el tiempo de la promesa y de la espera; donde Juan salta de gozo
al percibir la presencia de Dios, pues las envolturas fetales no son un
impedimento, para percibir al niño Dios; es el encuentro del amante con el
amado, el deseado, por todos los que lo desean, que maravilloso es esto. Igual
es el encuentro de una Virgen embarazada con una viejita embarazada, ambas
bendecidas.
“Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá” Ante el saludo de María, y al saltar la
criatura de Isabel, esta se llena del Espíritu Santo, la que antes se
avergonzaba, ahora responde al saludo de María, diciéndola, “Bendita eres entre
todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Isabel bendice a María,
porque ella lleva en su vientre al Bendito, que no es engendrado por el pecado,
ni por varón, sino que es obra del Espíritu Santo. Algo más la llama Dichosa
tú, por haber creído, de todas maneras, se cumplirá lo que has creído. Es el
gran premio de la fe, de que ella será la Madre de Dios.
“Desde cuando viene a mí la Madre de mi Señor”, Isabel afirma que María es
la Madre de Dios, al estar llena del Espíritu Santo. Con la visita de María a
su prima Isabel, se produce el cumplimiento de la promesa, llega el esperado,
el deseado por todos y está convencida que el fruto que lleva María en su seno
maternal, es el Hijo del altísimo. No
dice la madre de Jesús, simplemente dice la “….Madre de mí Señor”; por eso
afirmamos que María es madre de Dios.
Pbro.
Salvador A. Carrasco Castro
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