jueves, 3 de marzo de 2016

IV DOMINGO DE CUARESMA CICLO C 2016

Posted by salvador on 3/03/2016 09:22:00 p.m. with No comments

PADRE MISERICORDIOSO Y BUENO

La imagen del rostro del Padre bueno, está distorsionada por el pecado del hijo menor y del mayor; el menor solo quiere la herencia de su padre, como si hubiera muerto, ama y quiere los bienes que le corresponde, pero no muestra su amor por su padre; podemos decir, que solo ve a un padre que tiene que darle todo lo que necesita y estar lejos de él, vivir libremente, sin ninguna responsabilidad…, rechazando el amor de su padre. El hijo mayor, es un servicial, que ve a un Dios, castigador, celoso, exigente, que cumplan sus leyes; espera y busca recompensa, no conoce la ternura de Dios Padre, bueno y misericordioso.

El hijo menor busca los placeres del mundo,  al recibir la herencia, junta todo lo que tiene, para irse lejos de la casa de su padre, a buscar lo que el mundo le ofrece, se independiza, está en un país muy lejano; malgasta su fortuna, pasando el tiempo, con malos amigos, y malas mujeres. Esto también sucede en algunos hogares, donde el hijo quiere estar libre, malgastar la vida y la fortuna de manera irresponsable, "desfigurando la imagen que Dios ha creado", como dice san Ambrosio.

Este hijo menor, llega hasta lo peor, por haber malgastado su vida y su fortuna, empieza a tener hambre y necesidad…, se apega como un pordiosero a un pagano, está en tierras paganas, donde no se observan la leyes de la pureza,  vive en medio de pecadores y sin leyes; el trabajo que le dan es intolerable para un judío piadoso, porque pastorea cerdos, que es considerado como un animal impuro, como dice la biblia: “maldito el que cría puercos”. No solo eso, hasta pierde la dignidad y condición de ser hijo. Siente ganas de comer lo que comen los cerdos y nadie le da. Es un hombre que está fuera de si y de su padre.

Recapacita el hijo menor, por que empezó a pasar necesidad, sus amigos lo abandonan…,se encuentra consigo mismo y vuelve en si; motivado por la necesidad del hambre…. No se siente digno de ser hijo, ha perdido su filiación, le dirá a su padre: “he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como un empleado tuyo” y decide volver a la casa del padre.
 
Descubre el verdadero rostro misericordioso de su Padre, que al verlo de lejos, corre emocionado, hasta alcanzarlo, lo llena de besos, abrasándole, no le da tiempo de decir su confesión preparada; ordena a los empleados que traigan la mejor ropa, el anillo y las sandalias, vistiéndolo porque es su hijo. Un padre, que perdona, no pide cuentas, no le falta nada de lo que ha dado, no condena; es tierno, afectuoso, misericordioso... y para remate hace una gran fiesta, porque ha recuperado a su hijo... Esto desconcierta a todos, porque le interesa su hijo.

El hijo mayor, está fuera de la casa, que al regresar del campo, no quiere participar de la fiesta, no quiere aceptar la actitud de su padre,  acusándolo: ese hijo tuyo, ha malgastado tus bienes en malas mujeres: ¿y así le haces la fiesta?, no quiere participar. Este hermano mayor, simboliza a los escribas y fariseos, que solo sentencian, juzgan, creen que es imposible la misericordia de Dios. No dice mi hermano sino tu hijo, no vive la dimensión fraternal, lo rechaza.


La Iglesia debe mostrar el rostro misericordioso del Padre, acogiendo a todos sus hijos, que quieren alcanzar la misericordia de Dios, especialmente al pecador que  quiere volver al hogar del Padre y quiere empezar una nueva vida, como el hijo pródigo; no podemos señalar con el dedo acusador, amenazante y condenatorio, que ya no tiene salvación, sino que debemos acoger a nuestro hermano que se ha arrepentido. La iglesia como madre debe acoger a todos sus hijos.

                                                   Pbro. Salvador A. Carrasco Castro



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