¡JESÚS NOS PIDE: VIVIR EN
ESPERANZA
Y ESTAR VIGILANTES!
Hoy
empieza un nuevo año litúrgico, que nos invita a
prepararnos, en este tiempo de espera, en primer lugar, para preparar la
segunda venida de Cristo; y en segundo lugar, para celebrar con alegría, gozo,
y llenos del amor de Dios, la primera venida del niño Dios, que se encarnó por
nosotros y vivirá en medio de su pueblo.
Esperamos
el establecimiento de un orden nuevo, los
acontecimientos cósmicos… que nos relata Lucas, nos hace ver que pasara este
orden viejo. Donde reina toda maldad, injusticia, haciendo sufrir al
inocente, etc. pero no durara por siempre, ya que con la segunda venida de
Cristo, surgirá un orden nuevo.
La
Gran esperanza es el Hijo del Hombre que vendrá con gran
poder, él es nuestra gran esperanza y deber ser en toda nuestra vida. Esperamos
la segunda venida de Jesucristo, donde alzaremos la cabeza, ya que el mundo
alejado de Dios, no seguirá atormentando a todos los cristianos, que son fieles
a Dios. Por eso la historia del cristiano debe estar marcado, por la
esperanza, que se da en los genuinos creyentes, que no debemos dejarnos
distraer por otras cosas terrenales.
Jesús nos advierte y dice que hay tres
cosas que disipan esta esperanza y estas son: “el
libertinaje, rompiendo las buenas costumbres cristianas, preocupados por sus
cuerpos…; la embriaguez que hace que la persona este enajenado de la realidad;
y las preocupaciones de la vida, aquellos que continuamente se preocupan en
tener más y más encandilados por el espejismo del consumismo y materialismo”.
Cristo es claro: todo lo mencionado puede atontarnos, dispersarnos, distraernos
y como dice el Papa Francisco: “Nos adormece”, hasta un punto en que ya no
reconocemos ni la presencia de sus bendiciones, ni la promesa de su
salvación. Para quienes llegan a este estado, el retorno de Cristo será como
una "trampa." Sobre estos vendrá ese Día que será como un
lazo y quedarán atrapados.
Jesús
nos dice que estemos siempre vigilantes y
que debemos orar en todo tiempo, nos pide que no seamos pesimistas, que
rompamos con el mundo, es decir aquello que nos disipa y
enajena; revisar nuestra historia, si estamos creciendo espiritualmente.
Mirando siempre adelante, a un futuro mejor.
La
Iglesia nos invita que este tiempo de Adviento, debe ser un tiempo de penitencia
y sobriedad en el uso de los bienes de este
mundo, para que no nos distraigan, con su engañador brillo y se
vuelva pesado nuestro corazón. Es tiempo de oración continua, y nosotros
debemos pedir que llegue ese Día.
Pbro.
Salvador A. Carrasco Castro