sábado, 14 de marzo de 2015

IV DOMINGO DE CUARESMA CICLO B 2015

Posted by salvador on 3/14/2015 10:27:00 p.m. with No comments


¡DIOS, NOS HA AMADO TANTO…, QUE ENTREGO A SU PROPIO HIJO!



Jesús, nos da una señal, para tener vida eterna: “Así como Moisés levanto la serpiente en el desierto, así también el Hijo de Dios será levantado en alto, para que todo el que vea y crea en Él,  tenga vida eterna”. Y la palabra “vida eterna” se entiende vivir en plenitud y ahora; el  judío al ser mordido por una serpiente, que al ver a la serpiente en lo alto, quedaban sanados, de igual forma, al ver y  creer en el Hijo de Dios, crucificado y exaltado, tendrá vida eterna, es decir una nueva vida.

Nuestro Padre celestial nos ha amado y nos sigue amando y no se cansa de amarnos tanto, que ha entregado a su Hijo único al mundo, por puro amor. El amor del Padre, es un amor muy perfecto, tierno, maternal, paternal, esponsal, misericordioso, bondadoso..., como nos dicen los profetas: Oseas, Amos y Jeremías,  su amor por nosotros es gratuito, ya que nos ha creado por amor, pero muchas veces rechazamos este amor del Padre, a pesar de ello, Él no cesa de amarnos y nos espera continuamente, para que volvamos a sus brazos, como el hijo pródigo. No quiere que nadie se pierda, su amor insondable e infinito, tiene un alcance universal.

El Hijo viene al mundo, no para juzgar al mundo, sino para salvarnos, pues el que cree en él  no será condenado o juzgado. Los judíos pensaban que el Mesías iba a destruir a los pecadores y dar premio a los buenos, pero no fue así, se acercó a los pecadores, enfermos...;  y los humildes se acercaba a él,  creían en él, y  estos, eran los necesitados o  mendigos del amor de Dios, mendigos de su misericordia, mendigos de su bondad  y perdón, y así un Dios amoroso, los perdonaba, sanaba, curaba, liberaba, desde su trono que es la Cruz. 


Dios  es amor,  pues uno mismo se condena por no haber creído en el amor de Dios,  y estos incrédulos rechazan la luz de Cristo, y esperan la hora de las tinieblas, para hacer el mal. Estos mismos se condenan, y no es Dios quien los condena, recibiendo la maldición de Dios por haberlo rechazado.


                                                                       Pbro.  Salvador Carrasco C.


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