¡DIOS,
NOS HA AMADO TANTO…, QUE
ENTREGO A SU PROPIO HIJO!
Jesús, nos da una señal, para tener
vida eterna: “Así como Moisés
levanto la serpiente en el desierto, así también el Hijo de Dios será levantado
en alto, para que todo el que vea y crea en Él, tenga vida eterna”. Y la
palabra “vida eterna” se entiende vivir en plenitud y ahora; el judío al
ser mordido por una serpiente, que al ver a la serpiente en lo alto, quedaban
sanados, de igual forma, al ver y creer en el Hijo de Dios,
crucificado y exaltado, tendrá vida eterna, es decir una nueva vida.
Nuestro Padre celestial nos ha amado y nos sigue
amando y no se cansa de amarnos tanto, que ha entregado a su Hijo único al
mundo, por puro amor. El amor del Padre, es un amor muy perfecto, tierno,
maternal, paternal, esponsal, misericordioso, bondadoso..., como nos dicen los
profetas: Oseas, Amos y Jeremías, su amor por nosotros es gratuito, ya que
nos ha creado por amor, pero muchas veces rechazamos este amor del Padre, a
pesar de ello, Él no cesa de amarnos y nos espera continuamente, para que volvamos
a sus brazos, como el hijo pródigo. No quiere que nadie se pierda, su amor
insondable e infinito, tiene un alcance universal.
El Hijo viene al mundo, no para juzgar al mundo, sino para salvarnos, pues el que cree en él no será condenado o
juzgado. Los judíos pensaban que el Mesías iba a destruir a los pecadores
y dar premio a los buenos, pero no fue así, se acercó a los pecadores, enfermos...; y los humildes se acercaba a él, creían en él, y
estos, eran los necesitados o mendigos del amor de Dios, mendigos
de su misericordia, mendigos de su bondad y perdón, y así un Dios
amoroso, los perdonaba, sanaba, curaba, liberaba, desde su trono
que es la Cruz.
Dios es amor, pues uno mismo se
condena por no haber creído en
el amor de Dios, y estos incrédulos
rechazan la luz de Cristo, y esperan la hora de las tinieblas, para hacer el
mal. Estos mismos se condenan, y no es Dios quien los condena, recibiendo la maldición de Dios por haberlo rechazado.
Pbro. Salvador Carrasco C.
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