¡JESÚS ASUME NUESTRA PROPIA MUERTE!...
La Realidad
de la muerte, la asumió
Jesús por todos nosotros, es dramática y también absurda, pues frustra todo
proyecto humano, vemos nuestra debilidad y fragilidad y especialmente para el
no creyente hace que pierda toda esperanza.
Para el
cristiano la muerte es la puerta de entrada para ingresar a la gloria de Dios, desde que nacemos, estamos destinados a morir, pues
llevamos en esta carne la pena del pecado que es la muerte. Quieras o no, todos
vamos a morir, por eso Jesús siendo tan humano como nosotros se sometió a los límites
de nuestra existencia, y “dando un fuerte grito espiró”…por tanto debemos
prepararnos para asumir nuestra muerte, ya que nuestra vida esta oculta en
Cristo…
La muerte no tiene la última palabra, desde el momento que Jesús se hizo hombre como nosotros,
y al asumir nuestra condición humana, lo hace para liberar al hombre del temor
de la muerte, pues al morir destruyo nuestra propia muerte; a pesar de ello
seguimos teniendo miedo de morir, por eso maquillamos esa realidad misteriosa...
Pero para nuestra alegría…, Jesús no está en la tumba así le dice el personaje
vestido de blanco a las mujeres que fueron a la tumba..
La muerte asumida por Jesús, debe avivar toda
esperanza, cuando las
mujeres fueron al sepulcro, encontraron la piedra movida, y un personaje les
dijo “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha
resucitado, no está aquí…” La esperanza
de todo cristiano que parte de este mundo muere con la esperanza de que algún día
va a resucitar, para gloria de Dios, esa
es nuestra gran esperanza.
Hoy recordamos a nuestros seres queridos que han
fallecido, aunque nos
duele…la separación de los que hemos amado en este mundo; pero la fe, nos da esperanza, que algunos seres
queridos, que están en el purgatorio, necesitan de nuestras
oraciones y tenemos que hacerlo para limpiar con la potencia de nuestro amor,
fundado en Cristo, cualquier imperfección que pueda impedirles gozar de la
visión de Dios. Es en la Eucaristía donde fundamos nuestro amor por estas
almas benditas.
Pbro.
Salvador A. Carrasco Castro
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