¡OH DIOS, TEN COMPASIÓN DE MI!
Jesús nos da una nueva enseñanza
sobre la oración, el domingo pasado nos enseñó
como perseverar en la oración, y ahora nos enseña, como debemos orar, sin
resaltar lo que somos, sino reconociendo con sinceridad y humildad, que hemos
ofendido a Dios y que somos pecadores. Por eso nos muestra el modo de orar
interiormente con el corazón, narrando la siguiente parábola, del fariseo y
del publicano.
El publicano,
tiene vergüenza, de levantar la cabeza al cielo, tiene vergüenza de su vida
pasada, pues es un pecador, y se reconoce como tal, que no puede salir de su situación; por eso se
golpea el pecho, y desde su corazón pide compasión a Dios, de su miseria, como
hombre pecador.
Dios perdona, y
se apiada del publicano, porque reconoció con humildad su pecados, y su
condición de pecador, pero no perdono al fariseo, por su orgullo soberbia, que
quería justificarse a costa de los demás, creyéndose ser el bueno, como
aquellos que salen de la misa tal como ingresaron. Eso nos pasa muchas veces.
Debemos de orar con sinceridad y
con un corazón límpido, pues esto agrada a Dios, un corazón sincero.
Pbro. Salvador A. Carrasco
Castro
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