"SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO"
Los apóstoles, estaban en un ambiente sepulcral, llenos de miedo, asustados, decepcionados, temerosos
de morir y acabar como su Maestro. Hombres sin fe, cuando se pierde la fe
estamos muertos, creándose un ambiente sepulcral, ese el peligro de la iglesia,
cuando se pierde la fe, y se encierra a sí misma, ante este mundo que pregona
el libertinaje.
El rostro misericordioso de Dios se hace presente, en Jesús resucitado, se apareció el primer día
de la semana y se puso en medio de ellos, y les dijo: “Paz a ustedes”
mostrándoles las heridas de sus miembros y de su costado, descubrieron que era
él, por eso se llenaron de alegría, de paz y de gozo; disipándose todo miedo y
temor, desapareciendo ese ambiente sepulcral.
Dios es misericordioso, soplo sobre ellos el
don Espíritu Santo y les da una
misión, el poder de perdonar los pecados a todos los apóstoles, en ese momento
se instituye el sacramento de la confesión, donde todo pecador experimentara la misericordia de Dios; por eso
todo penitente, después de confesar sus pecados, debe escuchar que Dios le ha
perdonado, por boca de un sacerdote. Falto Tomas, los demás apóstoles le
dijeron hemos visto al Señor, no quiso alegrarse, y dijo no creeré, hasta que
no vea las heridas de sus manos y meta el dedo en los agujeros de la mano y meta
mi mano, en la herida de su costado.
El resucitado se aparece nuevamente a los ochos
días, todos estaban
reunidos, les dijo: “La paz sea con vosotros” y le dijo a Tomás, acércate, mira
las heridas de mis manos y de mis pies y de mi costado; pon tu dedo en las
heridas de mis manos, y tu mano en la herida de mi costado, recién creyó; no
toco una figura, sino las heridas del resucitado, por eso empezó ese camino de
fe, que lo lleva a estar en comunión con los demás hermanos que si creyeron en
Jesús resucitado. Tomas dijo:
“Señor mío y Dios mío” es la expresión de Tomás el incrédulo, pero que tuvo
la gracia de palpar las heridas de Cristo resucitado, desde aquel momento la
Iglesia ha hecho suya esta afirmación de fe; “Señor mío y Dios mío”, que
encierra una gran riqueza teológica, por eso Jesús nos dice a nosotros:
“Dichosos los que creen sin haber visto”.
Debemos saber que el resucitado está presente y cerca de nosotros.
Pbro. Salvador A. Carrasco
Castro.
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