¡DIOS NOS HA AMADO TANTO… QUE ENTREGO A SU PROPIO HIJO!
Hoy es el cuarto domingo de Cuaresma, es el domingo de la alegría, porque ya estamos próximos
a celebrar el triunfo Pascual de Jesucristo.
“… Jesús dijo a Nicodemo: ... "Lo mismo que Moises elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo de hombre, para que todo el que crea en Él,
tengan vida eterna”. La gente de Israel que hablaron mal de Dios y de Moisés, empezaron
a morir por la mordedura de la serpiente que dejaba el veneno mortal. Moisés
hizo una serpiente de bronce, por mandato de Dios; que, al ser elevada en
alto, todos los mordidos por la serpiente, al ver la serpiente de
bronce, no morian. Así mismo cuando el Hijo
del hombre sea elevado en alto, todo el que crea en él tendrá vida eterna. Cuando el
hombre ve este signo de la cruz y cree en Jesús, no morirá, porque Dios lo
librará del pecado mortal y será sanado de modo integral y tendrá vida eterna.
Cuantos necesitamos del perdón de Dios y ser liberados de toda clase de pecado
que cometemos, para vivir según el proyecto de Jesús.
Dios nos ha amado tanto, nos ama y nos sigue amando, y no se cansa
de amarnos; Dios Padre ha
entregado por amor al mundo, a su propio Hijo, nada se ha reservado para sí; en Jesús se
manifiesta el amor del Padre, que, es un amor muy perfecto, tierno, maternal,
paternal, esponsal, misericordioso, fecundo y bondadoso, como nos dicen los profetas
Oseas y Amos y Jeremías. Su amor por
nosotros es gratuito, ya que nos ha creado por amor y para el amor, pero que
muchas veces rechazamos este amor del Padre, al ser infieles; pero a pesar de
ello, no cesa de amarnos, porque él es fiel; y nos espera continuamente, para que volvamos a sus
brazos, como el hijo pródigo, donde el
padre no le echó en cara lo que hizo, ni le dijo para que has venido; sino más
bien lo abrazo y lo lleno de besos.
El Hijo del hombre no vino a juzgar al mundo, sino, para que el mundo se salve por medio de él, pues el que cree
en él no será condenado o juzgado; los publicanos, los enfermos, los humildes,
los marginados… se acercaban a Jesús, y creían en él; estos eran los mendigos
del amor de Dios, mendigos de su misericordia, mendigos de su bondad, mendigos
de su perdón; y así un Dios amoroso, los perdonaba, los sanaba, los curaba, y los
liberaba, desde su vida terrenal hasta la cruz.
Dios es amor, no nos condena, pues uno mismo se condena por no
haber creído, en el amor de Dios, estos
incrédulos rechazan la luz de Cristo, prefirien hacer las obras malas, y
esperan la hora de las tinieblas, para hacer el mal, rechazando la luz que le hacer ver su iniquidad, por eso estos mismos se condenan, ya recibieron su juicio. El buen cristiano, actua conforme a la voluntad de Dios, haciendo siempre las obras verdadera, para gloria de Dios.
Pbro.
Salvador Carrasco C.
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