¡AMARAS AL SEÑOR TÚ DIOS
CON TODO TU CORAZON!...
Los fariseos después de haber escuchado las respuestas de Jesús sobre los saduceos, se
encontraron alegres, porque los dejo en silenció, sobre la resurrección, pero
ahora los fariseos, quieren salir triunfantes, y le tienden una trampa a Jesús,
con la maraña de sus 613 preceptos.
Formulan una pregunta nuevamente maliciosa, ¿Cuál es
el mandamiento principal? Ante
tantos preceptos que son 613, de los cuales 365 son prohibitivos y la
diferencia son positivos, Si Jesús responde que unos son importantes y los
otros no, entonces acusaría que no quiere cumplir los preceptos dados por
Moisés, si dice todos, entonces pondría a todos a un mismo nivel, y no habría
el más importante, pero Jesús el gran Maestro les da una sabia respuesta, que
hace confundir a sus enemigos y les hace caer en su propia trampa.
¡Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón! y el
segundo es similar al primero y amaras a tu prójimo como a ti mismo!, es una respuesta que compendiza toda la Ley y los
profetas, esto nos indica que primero hay que amar a Dios, y no al revés, ya
que algunos dicen que primero es la caridad; y por ende no es necesario ir a
Misa, nos es necesario Dios, uno es suficiente con ser bueno, porque estás
haciendo una obra de caridad, eso es el horizontalismo por tanto es una gran
herejía.
Amar a Dios con todo el corazón, es complacerle a Dios en todo, este amor a Dios consiste, como nos dice Jesús: “Quien
me ama cumple los mandamientos”; y como nos dice san Juan el Apóstol, quien ama
a Dios, no se deja engañar por el mundo materialista, sensacionalista,
sensualista… es decir, evitando que
todas nuestras malas inclinaciones de nuestra naturaleza, nos dominen, y el que
vive en pecado no ama a Dios, y continuamente ofende a Dios y el que no quiere
salir de esa situación de pecado, también ofende a Dios. Por eso el que ama,
procura conocer a Dios, y estar con él, recibir la sagrada comunión, y amarlo
con todo su ser, porque se hez amado en todo.
El segundo: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo”, acá se rezume toda la Ley y no hay caso de separación,
si amas a tu hermano estas amando a Dios, y la medida de ese amor, es cuando tú
quieras algo para ti, que también sea para tu hermano, si lo ofendes, vas
contra toda la ley. Recordando que Dios primero nos ha amado, nos ha perdonado,
nos ha hecho hijos de Dios, por eso nosotros debemos amar, perdonar, mirar al
hermano como hijo de Dios, especialmente a los más desposeídos y marginados.
Pbro.
Salvador A. Carrasco Castro