“HAY ALEGRÍA EN EL CIELO”
La imagen de Dios esta
distorsionada, por eso los fariseos le dicen a Jesús, que es amigo de
publicanos y pecadores, parece
que no se equivocan, pues es realmente “amigo de pecadores y publicanos”, y
murmuran, Jesús conociendo sus pensamientos les da una gran enseñanza, quiere
que descubran el verdadero rostro misericordioso del Padre.
Jesús nos muestra el
rostro misericordioso del Padre, por medio de la parábola de la oveja perdida, el
pastor que al guardar sus ovejas, se da cuenta que le falta una, deja segura las
99 ovejas, y va en busca de la oveja perdida, la llama por su nombre, y hasta
que la encuentra en un barranco temerosa, atrapada con espinos; la coge, cura
sus heridas y la lleva sobre sus hombros, sin regañarla, sin cuestionarla, la
ha recuperado, por eso dice a sus amigos, alégrense, que esta oveja estaba perdida
la he recuperado, por eso hay alegría en el cielo. La oveja perdida es
el hombre pecador, atrapado por las espinas del pecado, que para los fariseos y
escribas, ya no tiene remedio y es rechazado, pero para Jesús no es un caso
perdido, ya que experimenta la misericordia de Dios, con el perdón paternal de
Dios Padre, que lo sigue amando.
La drama encontrada, un mujer pierde una dracma y hace todo lo
posible para encontrarla, barriendo la casa con cuidado, enciende la lámpara,
para iluminar lo que está oscuro, y
cuando la encuentra dice a sus amigos alégrense porque he encontrado, la dracma perdida. Vivimos en
la oscuridad por causa del pecado, y estando perdidos parece sin remedios somos
iluminados por su Hijo, para que al ver la luz podamos alcanzar el perdón de
Dios, que viene en busca del pecador.
El rostro paternal de
Dios, bondadoso y
misericordioso que ama a su hijo, que abandono la casa paterna, para disfrutar
de todo, y malgastar la fortuna del Padre, ahora está totalmente abandonado, no
tiene que comer, ni beber, etc. Pero algo tiene el deseo de ver a su Padre, el
deseo de buscar la luz, la verdad, el pecado el ha hecho perder la dignidad de
ser hijo, pero decide volver hacia la casa del Padre, y su Padre al verlo, va
presuroso al encuentro de su hijo, que ha vuelto a la casa paterna, lo abraza
fuertemente, lo llena de besos, no le increpa, no le echa en cara el mal uso de
su libertad, sabe que está necesitado del amor, y su Padre le hace fiesta, de
Dios, pero su hermano no quiere participar de esta fiesta, porque estando cerca
de Dios, se ha limitado a cumplir las normas, con temor y miedo, por eso no quiere
participar de esta fiesta.
Descubrimos el rostro
maternal de Dios,
que nos ama con ternura, que nos busca con cuidado porque valemos muchísimo, y
no quiere que faltemos en su mesa eucarística, que es el reflejo del banquete
celestial, y los ángeles se alegran en el cielo..
Experimentamos el perdón
de Dios, aunque
continuamente le fallamos y nos alejamos de Él por el pecado, pero espera
que abramos nuestro corazón para que seamos buscados, sanados y perdonados,
para sentarnos en la mesa eucarística.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro
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