DIGAN CON CONFIANZA: “PADRE NUESTRO...”
Hay que atreverse a decir: “Nuestro Padre”, atreverse a orar; Jesús
nos enseña cómo debemos dirigirnos a Dios, nuestro Padre, Jesús cuando
ora, nos revela que tiene un trato intimo con su Padre, por eso
los discípulos al ver que continuamente oraba a su Padre, se quedan admirados
por la plena confianza que tiene a su Padre, su trato íntimo y profundo lleno
de afectos y sentimientos hacia su Padre; eso los asombra, ven en él que en su
oración no hay nada de aburrimiento, ni cansancio, ni rutina, ni fatiga; y ven
a Jesús que tiene un trato tan profundo hacia su Padre, por eso se sienten
animados, quieren orar como Jesús, y estos paganos convertidos al cristianismo,
tienen que atreverse a decir: “Padre nuestro...” porque a sus dioses que han
dejado de adorarlos no les decían padre. Si Juan enseñó a sus discípulos a
orar, también deben atreverse a orar. Jesús cuando enseña a orar, nos introduce
y nos hace partícipe de su intimidad, para que digamos con confianza Padre y pronunciemos
sin miedo Abba, pues, no nos acercamos al poderoso, al invisible, al que está
lejano; sino a nuestro Padre que está cerca de nosotros, dispuesto a ayudarnos.
No quieren que oren como hacen los fariseos que se llenan de tantas palabras,
sino como lo hace Jesús que ora de manera humilde, simple y sencilla.
Debemos decir: "Padre, santificado sea tu
nombre, pues tenemos un solo Padre bueno; venga tu reino, su reino ya está en
medio de nosotros, Jesús con su presencia hace presente su reino. “Danos cada
día nuestro pan cotidiano”, no solo necesitamos el pan material, que el algo
exterior de nosotros, sino también el pan de su Palabra, que nos alimenta interiormente.
“Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que
nos ofende”, es necesario perdonar, para que seamos perdonados por nuestro
Padre Santo. “No nos dejes caer en la tentación", en nuestra vida siempre
seremos tentados, pero con la ayuda de Jesús, superaremos tota tentación venida
del Diablo». Ahora notamos, que al pasar el tiempo lo hacen de manera
automática, cotidiana, repetitiva; rápida, y todo esto hace que la oración sea
aburrida, tediosa y sin sentido, por eso que nuestros jóvenes cuando lo rezan
no les dice nada. Jesús nos recuerda que tenemos un Padre, y al decir que
tenemos un Padre, nos hace caer en cuenta que somos hijos de Dios.
El amigo importuno, cuando insistimos,
continuamente, como la pequeña parábola del amigo importuno, que toco la puerta
de su amigo para que le diese tres panes para comer, para su amigo que llegó, le
insistió, y para que no siga molestando, se levantó y le dio lo que pedía. De igual
modo si un padre que es malo, sabe dar cosas buenas a sus hijos; cuanto más, nuestro
Padre que nos ama, nos dará lo que realmente necesitemos.
La eficacia de la
petición,
es necesario saber pedir, para que sea escuchada nuestra petición. Como dice el
célebre maestro de la Iglesia, santo Tomás de Aquino (s. XIII): "no sólo
pedimos lo que podemos desear rectamente, sino que además lo pedimos en el
orden que conviene desearlo." Necesitamos "descubrir" de nuevo al
Padre nuestro. Rezarlo mejor, sin apuro, evitando la rutina devastadora;
"saboreando" las peticiones, entusiasmados por alabar a Dios, hacer
que nuestra oración sea eficaz, no se trata de decir tantas palabras, ya que
nuestro Padre conoce muy bien lo que realmente necesitamos. Por eso nuestra
oración hay que hacerla con humildad, con suplica, con sencillez; y no cobrarle
la factura a Dios, pues el se merece todo el respeto y que nos libre de que lo
tentemos.
El “Padre Nuestro” es el mejor resumen o la
esencia del evangelio que nos deja Jesús, porque nos recuerda que somos hijos
de un mismo Padre, y también porque pedimos "en plural", por nuestros
hermanos, porque tenemos la seguridad que él nos escucha y nos concederá lo que
realmente hemos pedidos con la ayuda del Espíritu Santo. En esta oración
encontramos un hilo conductor: primero la confianza íntima con Dios Padre,
saber dirigirse a él, como Jesús nos ha enseñado; en segundo lugar, ser
constante en la oración, sin desmayar; y finalmente la eficacia de la oración,
que con seguridad el Padre dará cosas buenas a sus hijos.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro