AMEN A SUS ENEMIGOS
Jesús, se dirige a los que le escuchan, que unos serán felices y otros serán caerán en la
desgracia, haciéndoles notar, como es el comportamiento del mundo con los hombres
que escucharon y acogieron su palabra, los odiaran…; y como es el comportamiento de Dios con los
hombres que acogieron su palabra, para ser felices a pesar de todas las
adversidades que tendrán. Ahora bien, este pasaje bíblico nos revela tres
cosas, quien es Dios para mí, quien soy yo para él y quien tengo que ser para
los demás, todo ello para que tengamos una guía.
Jesús nos hace conocer, quien es Dios para mí. En Jesús se revela el rostro de un Dios, mientras
que yo soy su enemigo; un Dios que me hace un bien, mientras que yo lo odio; me
bendice, mientras yo le maldigo; está dispuesto a morir con tal que yo me salve;
se ha despojado de todo, para enriquecerme, siendo aún egoísta…Es decir en
Jesús se ha mostrado todo el amor que Dios tiene sobre mí y sobre ti.
En este amor hacia mí, me revela quien soy yo para Él, infinitamente amado, soy su enemigo, lleno de odio para el,
maldiciente, renegado, violento, capaz de despojar, petulante, , indigente,
ladrón… A pesar de todo lo que soy, Él derrama su amor y me concede su gracia y
misericordia, porque sabe quién soy yo. Por eso conociendo a Dios en el
Espíritu, descubro que quiere mi salvación.
Ahora en este último camino, quien tengo que ser yo para los otros: hermano como Jesús, el Hijo. Sabiendo todo lo que
Jesús hizo por mí, se convierte en un imperativo para mí, para que yo sea el
que soy, que cada vez me configuro con Cristo, para manifestar el rostro de Cristo
el Hijo, hacia mis hermanos. Pues, antes era como un lobo para mis hermanos,
ahora soy un hombre de Dios para mis hermanos. En la medida que conozco el
rostro de Jesús, el Hijo, voy mostrando también el rostro de Jesús en mi vida
hacia mis hermanos, así nos dice san Pablo.
Amen a sus enemigos, es una gran exigencia y novedad de Jesús, quiere que amemos
a los enemigos, también
que le hagamos el bien, a los que nos odian; bendigamos a los que nos maldicen;
roguemos por los que nos difaman; a los que nos quitan el manto, nos pide que
nos despojemos de todo, como él se despojó; al que nos golpea la mejilla, poner
la otra mejilla; no reaccionar con violencia, soportar todo, como el soporto
todo, por amor a toda la humanidad. Sabemos que es difícil amar a nuestros
enemigos, pero conociendo bien que es Jesús, aprendemos de Él, porque no
solamente amo a los suyos, sino también amo a sus enemigos, pidiendo al Padre
celestial que los perdonase a todos sus enemigos, porque no sabían lo que hacían.
Pbro.
Salvador A. Carrasco C