DIOS MISERICORDIOSO
Los apóstoles
obtuvieron la paz y se llenaron de alegría, sabemos que estaban llenos de miedo y
encerrados, por temor a los judíos; ese miedo los paraliza; también estaban de
duelo y tristes; que a pesar de la noticia que recibieron, de algunas mujeres… y no creyeron;
sus pensamientos estaban llenos de otras ideas, habían perdido toda esperanza, se
consolaban, y estaban sin rumbo. Esto también nos sucede a nosotros, cuando
perdemos a un gran amigo o familiar, que ha sido muy querido, parece que todo está
perdido... Jesús se aparece en medio de ellos, estando las puertas cerradas y
les dice: “Paz a Vosotros”, les muestra las heridas de sus pies y de sus manos,
que no se borraron y que son signo del amor de Dios, signos que acrecientan la fe,
para reconocer al resucitado; la paz que reciben es del Señor, aunque el mundo
los atormente; al ver al Señor, se disipó todo miedo y tristeza, por eso se llenaron
de alegría. Todos debemos estar alegres porque Jesús ha resucitado; y las
primeras comunidades cristianas se reúnen en torno al resucitado, para la
fracción del pan... también ahora lo hace muchas comunidades cristianas.
Dios
Misericordioso, soplo sobre ellos el Espíritu Santo y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes
ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengan,
les quedan retenidos”. Es el poder que otorgó Jesús a sus apóstoles; y en ese
momento se instituye el Sacramento de la Confesión, donde el hombre
experimentará la Misericordia de Dios, recupera la alegría de tener
nuevamente a Cristo resucitado, lleno de gozo y de paz, y vuelve a formar parte
de la comunidad creyente en el Resucitado, que está transformada, viva y
abierta... que sigue acogiendo, a otros por su buen testimonio. También es la
misión de todo sacerdote, que debe reconciliar a cada fiel que le pide, porque el
Señor pedirá, cuenta de ello; por eso pedimos a los fieles, que oren mucho por
todos los sacerdotes, para que puedan cumplir con diligencia, la misión de reconciliar;
y ser verdaderos embajadores de la reconciliación, que allí se manifiesta la Misericordia
de Dios, cuando el penitente se confiesa, y obtiene el perdón de sus pecados.
Pbro.
Salvador Carrasco C.
“SEÑOR MÍO, Y DIOS MÍO”
La
comunidad católica, celebra este segundo Domingo de Pascua, “La Divina
Misericordia”, desde
el año dos mil, gracias al San Juan Pablo II, que instituyo esta solemne
fiesta, para bien de todos nosotros, para que reconozcamos que siempre Dios
tiene misericordia con cada uno de nosotros.
La
comunidad hace presente al resucitado, Jesús se apareció el primer día de la semana cuando
todos estaban reunidos, solo falto Tomas, que le dijeron hemos visto al Señor,
y él dijo no creeré… Es necesario estar en la comunidad, que experimenta la presencia
del resucitado, y nos acrecienta la fe… Tomás, no quiere creer…, por eso le
resulta difícil estar alegre, se siente engañado, todo había terminado y sus
esperanzas se desvanecieron; quiere evidencias para creer, como nos suele pasar
muchas veces a nosotros que queremos evidencias.
Dios
es misericordioso con Tomas que le dice: “Dichosos los que han creído sin haber
visto”, Jesús
volvió aparecer el primer día de la semana, y le dijo a Tomás, pon tu dedo en
las heridas de mis manos, y tu mano en la herida de mi costado, recién creyó
por eso, nosotros seremos dichosos si creemos en el resucitado, sin haberlo
visto o palpado.
“Señor
mío y Dios mío” es
la confesión de fe, que hace Tomás el incrédulo, pero que tuvo la gracia de
palpar las heridas de Cristo, que no borró sus heridas, para que sea
reconocido, que no es otro; desde aquel momento la Iglesia ha hecho suyo esta
afirmación de fe, “Señor mío y Dios mío”; donde reconocemos su divinidad.
De tu costado salió sangre y agua, ahí nace la
iglesia, del agua para el bautismo, y de la sangre la
alimentación eucarística. Finalmente tenemos que anunciar a muchos que no
conocen sobre este gran triunfo victorioso de Cristo, ya que en nosotros
empieza una nueva vida y hay una nueva esperanza.
Pbro.
Salvador Carrasco C.
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