¡JESÚS VENCIÓ TODAS NUESTRAS TENTACIONES!
El Espíritu Santo lleva a Jesús al desierto, durante cuarenta días, después de haber sido
ungido por el Espíritu Santo, el cual ha hecho morada en Él; de igual manera el
Espíritu Santo, que mora en cada bautizado, nos lleva al desierto de la vida, al
ser conducidos por él, y es necesario siempre estar ligados a Él o depender de
Dios en cada momento de nuestra existencia, ya que continuamente seremos
tentados.
El desierto es un lugar, que hace que la persona, pueda ser muy
ambivalente, porque este lugar, se
presta a muchas cosas, es decir el hombre se encuentra consigo mismo, y puede
ser tentado continuamente, caer en ella,
como cayo continuamente el pueblo de Israel; pero también puede ser un lugar de
oración, lugar de privaciones, para encontrarse con Dios en la soledad y en el
silencio, rodeados de animales salvajes, donde no le hacían daño a Jesús.
El Demonio, pobre ser espiritual, que se atrevió a tentarle,
durante cuarenta días, quedo muy confundido,
ante la humanidad débil de Jesús, que como nos narran los otros evangelistas,
sintió hambre, sed…, como todo ser humano.
Jesús vence toda
tentación, y unidos a él venceremos nuestras tentaciones en este desierto
de nuestra vida, el Tentador no logra su cometido con Jesús,
que se sometió a toda clase de tentaciones, hasta su muerte; no mencionando el
evangelista Marcos, cuáles son esas tentaciones, Jesús mismo permitió ser
tentado, y así se solidarizó con nosotros. Adán y Eva cayeron en tentación. Por eso al
estar unidos con Cristo, podremos vencer toda tentación.
Finalmente Jesús nos dice: Se ha cumplido el plazo, está cerca el
reino de Dios: Conviértanse y crean en el Evangelio”, con su presencia se
ha cumplido el plazo, ha empezado una
nueva etapa en la historia de la humanidad, el reino de Dios se hace presente
en Cristo Jesús, por eso nos pide conviértanse y crean en el Evangelio. Convertirse,
es dejar nuestros propios proyectos ambiciosos y egoísta, y dejar que el
proyecto de Dios se realice en nosotros.
Pbro. Salvador Carrasco C.