¿Qué hay después de la muerte?, es la
pregunta que todos los creyentes y los no creyentes lo hacemos, pues no es pura
curiosidad, ya que las culturas de todos los pueblos, responden que hay una
vida después de la muerte. Pues con la muerte no acaba nuestra existencia, o no
es el final de nuestra existencia. El
relato de la muerte de los Macabeos, nos ayudan a descubrir, que estos estaban
convencidos, de que el vínculo de amor entre el hombre justo y Dios, que se
establece en la tierra mediante la fe, no se acaba con la muerte, sino que
alcanza después de la misma su plena realización.
El evangelio transmite una enseñanza sobre la vida después de la muerte, a partir de la narración de una disputa de Jesús con un grupo de saduceos, "que niegan la resurrección" y solo aceptan el libro del Pentateuco, ya que en ella no se habla nada de la resurrección. Jesús nos declara que en la resurrección hay una lógica diversa de la existencia histórica: "Cuando los muertos resuciten, no se casarán", "serán como angeles". Es un modo de indicar que la resurrección no es una vuelta a la vida presente, a una existencia material, sino el paso a una nueva vida de carácter espiritual. De manera semejante el apóstol san Pablo, al explicar como será la resurrección de los que han muerto, dice en una de sus cartas que se siembra un cuerpo natural y resucita un cuerpo espiritual (1 Corintios 15, 44).
La muerte no
es la última palabra, la vida eterna es nuestra gran esperanza, como hijos de Dios, en esta vida presente debemos asumir
nuestra condición de peregrinos, en este mundo que no es nuestra morada
definitiva, pues vivimos con la conciencia cristiana, de que hemos sido
arrancados del poder de la muerte y seremos recuperados totalmente para Dios y
en Dios. La muerte es un paso hacia la eternidad. La esperanza en la vida
futura nos permite no absolutizar nada en la tierra, rechazar todo lo que se
presenta con pretension de absoluto y tambien estimula nuestro compromiso con
el presente. En esta perspectiva de fe, buscamos ser libres de todo lo que
puede impedirnos la marcha firme y segura hacia lo eterno, que será una vida
totalmente plena en Dios.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro
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