“ESTE ES MI HIJO, EL AMADO,
EN QUIEN ME COMPLAZCO”
En tiempos de Juan Bautista, Jesús quiere que se le
bautice. Grandes masas populares acudían de todas las
regiones de Palestina para escuchar su predicación y recibir de su mano el bautismo de conversión. Jesús, está
en medio de esa multitud de gente, que se mezcla entre publicanos y mujeres
perdidas, esperando su turno, que sentían la necesidad de perdón y de cambio de
vida; el bautismo de Juan; es el bautismo de conversión. Jesús no siendo
pecador, se hace pecado, para asumir toda nuestra condición humana, haciéndose
igual en todo a nosotros menos en el pecado. Juan intentaba impedir dicho bautismo
y le dijo a Jesús:
“Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú
acudes a mí? Jesús no tenía pecado, ni
podía tenerlo, Esta actitud de Jesús marca la tónica de toda su existencia.
Jesús pide ser bautizado, para que se cumpliera todo lo ordenado por su Padre,
y así se pudiera cumplir por justicia. Nosotros también somos necesitados de
Dios, por eso gracias a Jesús, también nosotros hemos sido bautizados, para que
se nos perdone todos los pecados, y ser hijos de Dios, con todo derecho como
nos dice san Juan. Y ahora se lo mas grande y sorprendente:
“Tú eres mi Hijo, el amado, en quien me complazco”, apenas se bautizó Jesús, salió del agua y se abre el cielo, y vio que el
Espíritu Santo descendió como paloma, y se posaba sobre él. Y vino una voz potente
del cielo que decía: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco” En ese
momento se manifiesta el rostro divino de Dios en su humanidad a favor del
hombre, que viene a salvarlo, al asumir su condición de hacerse pecado por
nosotros.
Todo bautizado adquiere una gran dignidad de ser
hijo de Dios, de ser heredero; desde el
momento que ha sido bautizado, empieza una vida nueva en Cristo Jesús, pues
también somos ungidos o marcados por el Espíritu Santo, formando la gran
familia. Somos templos del Espíritu Santo; es el mismo Espíritu de Dios, que ha
grabado en nuestros corazones la ley de Dios, para hacer siempre a voluntad de
Dios, el bautismo nos hace participar de la vida divina de Jesús; y de su
misión:
Finalmente, querido hermano y hermana, ama a esta
Santa madre Iglesia, que sufre, pues a
través del sacramento del bautismo, que Jesús le ha confiado, has nacido a una
nueva vida en Cristo, para que puedas decir como San Pablo, “Yo ya no vivo, es
Cristo Jesús que vive en mí”
.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro
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