¡NUESTRO DESTINO FINAL!
La realidad del tiempo de Jesús, se da
ahora de manera similar; pues hay gente muy rica, que ha prosperado y que goza espléndidamente;
pero también hay gente muy pobre, que no prospera, y su vida se va acortando y
apagando por la pobreza, por el hambre y la enfermedad.
El
rico se vestía de purpura y lino importado, y cada día,
disfrutaba de esplendidos banquetes, buenos banquetes. Sabemos que la riqueza
en sí misma no es buena, ni mala, pero el rico, muchas veces puede idolatrar su
riqueza; esta lo enceguece, lo ensordece, y pervierte la imagen de Dios, y del
hermano, vive una total alienación, fuera de su realidad, volviéndose indiferente
frente al pobre Lázaro.
Por
otro lado, el pobre Lázaro, cuyo nombre significa “Dios ayuda” o “Dios
auxilia”, estaba a la puerta del rico, le faltaba comida, ropa,
estaba hambriento, enfermo y los perros lamian sus heridas, pero, confiando en
Dios, ya que no salía de sus labios ninguna mala palabra contra el rico, más
bien esperaba que el rico le diese las migajas que caían al suelo, es otro
cristo que está a en el pórtico del rico epulón.
Con la muerte se
desvela nuestro destino final; llega el momento que el pobre
Lázaro, muere y los ángeles llevan su alma al seno de Abrahán, para gozar de
los bienes celestiales; mientras que el rico muere, y va al infierno, para
padecer y sufrir; pues se condena por no
recibir la vida como un don y no ha ofrecido su ayuda al pobre enfermo hambriento que se consume precisamente al lado de su puerta y cerro su
corazón, pervirtiendo la imagen de Dios, que teniendo la oportunidad de hacer el
bien no lo hizo.
Ante esta nueva
realidad, el rico grita, fuerte a Abrahán para que Lázaro le alivie su sed,
pero sabemos, que Abrahán es inflexible, lo llama hijo, en vida tenías todo
ahora padeces; y a Lázaro ahora no le falta nada y goza de los bienes
celestiales en el seno de Abrahán. El rico quiere que Lázaro vuelva a la vida,
para que avise a sus hermanos, pero Abrahán le contesta, sino escuchan a Moisés
ni a los profetas, tampoco escucharán a un muerto. El juicio está ya dado, el
rico epulón se condena por el pecado de omisión, por no ayudar al pobre Lázaro
y no por sus riquezas.
Tenemos la oportunidad
ahora de cambiar nuestra actitud, ante nuestro ante las riquezas, de poder ayudar
al necesitado, y de no ignorar lo que los siervos de Dios nos dicen. Pues el
rico no sabía que le esperaba el infierno, ahora quiere avisar y no puede,
Jesús no hace un juicio moral porque somos ricos, ni porque somos pobres; sino
la actitud que tenemos sobre los bienes que recibimos.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro