“DENLES
USTEDES DE COMER”
Jesús, se conmovió al recibir la noticia de la muerte de su primo Juan
Bautista, y se entristeció, por ello se va de la ciudad a
descansar, donde correrá la misma
suerte.
La multitud tiene hambre de Dios, lo siguen, y están en el desierto, son todos aquellos
que admiran sus enseñanzas, por eso lo siguen, es una muchedumbre que tiene
hambre de Dios, que quieren estar
saciados, no solamente del pan material, sino también de aquel pan espiritual,
es la muchedumbre que se le acerca, abandonan las ciudades, lo buscan con
diligencia, y perseveran; no obstante el
apremio, que tenían por el hambre, pone de manifiesto la fe que todos tenían el
Él. También los discípulos de Juan el Bautista se unen a la multitud, porque
confían en Él,
Jesús se conmueve y dice a sus apóstoles: “denles ustedes de comer”, ya que querían despedir a la gente que tiene
hambre, porque es ya tarde,… pero Jesús, les dice: “denles ustedes de comer”,
acá encontramos una nota característica, que son ellos los que tienen que
alimentar y anunciar la Palabra y dar el pan eucarístico, que no se agota. Nos invita a que tenemos que compartir con
los que tienen necesidad, para que nadie se vaya vacío, sino satisfechos.
Confiar en la providencia de Dios, solo hay cinco panes y dos peces, no es suficiente
para alimentar a tanta gente, dejarlo todo en manos de Dios, que multiplico los
panes y peces, es más que suficiente para que este alimento alcance para todos,
quedando saciados o satisfechos, y sobraron doce canastos, con ello nos
demuestra que el que sabe compartir, no le hará faltara nada, y Dios hará que
tenga más para que pueda ayudar al pobre.
Finalmente el Reino de Dios es vida y no muerte; es un banquete, pues el que no comparte su riqueza, produce
muerte; y el que sabe compartir su riqueza, produce vida, porque ve que todos
los bienes ya sean espirituales y materiales, son dados por Dios, que sacia
toda necesidad humana, si no comparte
dice san Juan Crisóstomo “le está robando al pobre”. Pues nadie pasará hambre.
Pbro. Salvador A. Carrasco Castro
PRIMERA LECTURA Is 55,1-3
El profeta Isaías nos proclama una gran
invitación que viene del corazón de Dios, pero lo único necesario para alcanzar
esta abundancia de bienes es encaminarse hacia Dios, escuchar su voz y vivir
atento a su voluntad.
LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS
Así dice el Señor: “Todos los que tengan sed, vengan a beber agua,
también los que no tienen dinero: vengan, compren trigo, coman gratuitamente
vino y leche sin pagar nada. ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta, y el
salario en lo que no deja satisfecho?. Escúchenme atentos, y comerán bien,
saborearán platos sustanciosos. Inclinen el oído, vengan a mí: escúchenme y vivirán. Sellare con
ustedes una alianza eterna, la promesa que aseguré a David”.
SALMO RESPONSORIAL Sal 144
R. Abres tú la mano, Señor, y nos
sacias de favores.
- El Señor es clemente y misericordiosos, lento a la cólera y rico en
piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. /R.
- Los ojos de todos te están aguardando , tú les das la comida a su
tiempo,; abres tú la mano, y sacias de
favores a todo viviente. /R.
- El
Señor es Justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca
está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. /R.
SEGUNDA LECTURA Rom
8,37-39
La carta a los romanos nos transmite este himno
de la primitiva comunidad y nos impulsa a descubrir que nada puede separarnos
del amor de Cristo, entonces: ¿quién podrá separarnos del amor de Cristo?
LECTURA DE
LA CARTA DE SAN PABLO A LOS ROMANOS.
Hermanos:
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo
esto salimos vencedores. Fácilmente gracias a Aquel que nos ha amado. Pues
estoy convencido que mi muerte, mi vida, ni ángeles, ni principados, ni
presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura
alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor
nuestro.
EVANGELIO Mt 14,13-21
Mateo nos narra cómo la gente buscaba
insistentemente a Jesús. Hombres y mujeres con hambre profunda, existencial,
para quienes solo Jesús ofrece satisfacción y sentido de vida.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
R. Gloria a
ti, Señor.
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la
muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en una barca, a un sitio
tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.
Al desembarcar, vio Jesús la muchedumbre, sintió compasión de ellos y curó a
los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
“Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a
los poblados y compren algo de comer”. Jesús les replicó: “No hace falta que
vayan, denles ustedes de comer”. Ellos le replicaron: “No tenemos aquí más que
cinco panes y dos peces”. Les dijo: “Tráiganmelos". Mandó a la gente que
se recostar en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la
mirada al cielo, pronunció la bendición,
partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a
la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce canastos
llenos de sobas. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.